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lunes, 9 de diciembre de 2013

100



     Despedir el año, o casi. Decir adiós al cruel 2013. Romper la última hoja del calendario, desglosar los días de diciembre. Saltar del negro al negro, ignorando al rojo, si lo hubiera. Anhelar un venidero próximo año que dé carpetazo a la estafa de la crisis, al mayor timo de nuestro tiempo. Deseando que los macro-gráficos superen la altura esperada. 

     Por eso en esta entrada, la 100, quiero hacer un collage de todas las mierdas que he plasmado en este blog. Un decálogo de propósitos formulados durante las anteriores 99 entradas. 



     Allí hubo de todo: críticas, halagos, recuerdos, poesía, sentimiento, literatura, deporte, política, amistad, mensaje, ocio, viajes, mascotas y... foto, mucha foto.

     Si tuviera que quedarme con algo, sería con la ansiedad que escribía al principio, el odio en los textos; la diversidad de temas que, entendía, eran totalmente criticables. Comportamiento social que no sabía muy bien por qué se manifestaba de esa manera. Como dije en la cabecera del blog: hordas de borregos apiñados en la misma vía pecuaria, con la visión puesta en el mismo sitio, en el mismo objetivo, ese que se disuelve con el simple hecho de pulsar el off del TV. 
     El giro que intenté dar al blog: libros, fotos, relatos de contenido emocional que hizo al corazón latir con ganas, con empuje, que abandonase esa desgana con la que en ocasiones golpea. 

     Pero lo que más me llena son... mis fotos. Mis pequeños recuerdos. Esos que creo mediante byts digitales y edito de manera laboriosa para darle un nuevo sentido, otra textura que me haga forzar mi memoria para redescubrir la original. Los ratos que pasé cámara en mano intentando llevar a cabo esos conocimientos aprendidos on-line. 

     Me quedo con eso y mucho más: Con la dignidad con que afrontamos los malos momentos, con la humildad que tuvimos en los buenos. Por saber, a tiempo, dar un espacio suficiente entre los brazos y acoger de nuevo a los seres queridos, por hacer un hueco en el corazón a gente olvidada, por estirar los días y dar cabida a caras nuevas, por saber olvidar, por saber perdonar, por aparcar en doble fila el rencor. 
     Por no olvidar de dónde venimos. 
     Por seguir estando ahí. 

     Y, por supuesto, aun costándome mucho, cada día más, tener todavía esa capacidad de ponerme en el pellejo de los demás, tener ese trocito de empatía que alberga mi moral, ese espejo dimensional que te hace ver las cosas desde el punto de vista del otro, ese desconocido, o no, que ni tan siquiera intenta la misma tarea contigo, porque no sabe realmente quien eres ni le importas en absoluto; pues, para esos, también va este regalo, esta entrada con peso, contundente, con sabor a merengue, con llama de esperanza, grande, como solo lo podía ser el numero 100

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