Metros
de ilusión
Cómo
lo ves, me dices. Qué te parece, preguntas. Está
bonito, verdad, comentas con retórica.
Un
manantial de dudas surgen de un proyecto salido de una mente
inquieta, una mente repleta de fantasía. Una cabecita ávida
de triunfo, llena de ambición... un cerebro al que empuja un
enorme corazón.
Tu
imaginación arrolladora desborda todo lo imaginable, hace que
lo utópico sea algo tangible, las quimeras pura realidad.
No
basta tener ideas, hace falta algo más. No es suficiente tener
un sueño, hay que creer en el.
Es
poco decir ¡Quiero! y esconder tras el miedo el ¡Puedo!,
ignorando con vehemencia el ¿debo?.
Tu
ideal es como un tsunami que arrasa por donde va, levanta a su paso
envidias, enojos, chismorreos... traiciones; un huracán capaz
de tirar tabiques, levantar suelos derrumbar techos, y en un corto
periodo de tiempo construir en ese solar de temores un complejo
recinto desbordante de ilusión, de esperanza, de futuro, de
algo.... casi espiritual.
Me
preguntas qué veo, y no sé que contestar.
....
y allí estás tú, rodeada de paz, misticismo,
tranquilidad y meditación, alumbrada con velas como un Santo
en el altar, y tu aura es el sueño hecho realidad.
.....y
allí está ella, bañada en aromas de paraísos
ignotos, ungida en aceites de remotas tierras, zozobrando en un mar
perdido de cálidas burbujas, de corales hechos de sal.
Dibujando con sus manos su propia odisea, para al final llegar a
tierra, a su destino, y ser ese naufrago que conquista un nuevo mundo
e inicia su nueva vida, porque ha creído en ello, porque luchó
por llevarlo a cabo, porque dejó atrás todo lo negativo
y remó desesperadamente hacia adelante sin pensar si se
hundiría, sin dudar si llegaría, si lo haría con
fuerza, con la suficiente para empezar nuevamente de cero... sin
mirar nunca atrás.
Me
preguntas qué me parece, cómo lo veo y si está
bonito.
Preguntas
para las que no tengo respuesta porque no entiendo de locales, de
estética, de relax, de decoración.
Solo
entiendo de sentimientos, de intenciones, de ínfimos detalles
que escapan al transeúnte típico arropado en tópicos.
No
aprecio una estatua o una figura; aprecio el alma que desprende y
entiendo su significado.
No
distingo la buena de la mala profesional, solo aprecio el brillo de
sus ojos cuando dicen su verdad.
No
sé si tu fin es grande o pequeño, si es más o
menos, si es pretencioso o no, si triunfara mucho o poco, tampoco sé
si era el momento o si todo es desproporcionado.
Y
no lo sé porque no nos corresponde a nosotros contestar a
preguntas que nadie nos ha planteado jamás.
Lo
único que sé, porque estuve y así lo sentí,
es que allí hay metros y metros de derroche
de ilusión.
Dedicado
a Cristi y Libi,
por,
aun en esta época,
creer
y cumplir un sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario