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viernes, 25 de mayo de 2012

Misantropía

     La tengo por las nubes, tengo que ir a mirármela. Empieza a ser obsesivo, enfermizo; ¡¡Odio a toda la gente!!. 
     Odio todas sus costumbres, sus manías, sus hábitos, sus rutinas. Odio sus quehaceres, sus día a día.  No entiendo sus gustos, sus satisfaciones, su manera de vivir, su modus vivendi. No comparto para nada sus objetivos, sus metas ni la manera de conseguirlas, ¡¡su sentido de la vida!!, ¿cuál es?. Su obsesiva carrera a la nada, su destino a ningún sitio. Ese afán incomprensible por observar a los demás y buscar una comparación, buscar un modelo al que imitar, una justificación que dé rumbo a su vida, la continua crítica y ese grado justiciero que nos han otorgado y que nos hemos creído. Esas miradas desafiantes, la moda de saltarse a la torera todas las normas establecidas, la falta de respeto a todo y a todos, ese espíritu anárquico que se extiende de las plazas a todos los ámbitos de la ciudad y de la sociedad. La arrogancia de creerse únicos, los mejores, o-ri-gi-na-les, y resulta que hacen todos lo mismo.
     Odio los tópicos, a los típicos, el convencionalismo, los previsibles, el rebaño, las reuniones pastoriles, el caminar siempre por la derecha. He dejado de mirar a la gente a los ojos, a esos anónimos con los que me cruzo; ahora agacho la cabeza, no quiero saber nada de ellos, no quiero ni por un segundo ser parte de sus vidas aunque sea en un sutil cruce de caminos, ser parte infima de su destino colateral. No quiero tener que imaginarme sus inmediatos pasos siguientes, no quiero mirarles y ver la mierda que les rodea o la grandeza que creen proyectar, porque seguro son las mismas de todos, iguales a los de al lado, a los de la acera de enfrente, con un alto porcentaje de acertar en según que entorno estén. Nunca te vas a llevar sorpresas. Nadie te va a sorprender. 
     Son autómatas a la espera de un pitido, como en el libro de H.G. Wells, y salir corriendo a donde les digan, donde les pongan, cuando quieran. O a esconderse en sus casas a ver lo que les han dicho que hay que ver, o al centro comercial a comprar lo que les han dicho que es bueno tener, o a quejarse al banco porque se han enterado, ahora, que nos engañan, o a las plazas a disfrazarnos de antialgo y solicitar noseque, porque van todos y hay que estar allí. 
     No quieren pensar. Les cuesta mucho. Es más fácil que se lo piensen otros y se lo den mascadito y les digan cuánto es, ¡Gracias!, es usted muy amable; y dónde dice que es eso que me ofrece?, y ¿para qué dice que sirve?, y sobre todo, sera verdad que todo el mundo lo tiene, ¿no?, si es así, no sera malo; bueno a lo mejor tampoco, ¡pero que coño!, miles de personas no se van a equivocar. Adelante pues, véndame a mi otro poco de mierda que no valga para nada, o un trozo de algo inútil, o deme un poco de ilusión placeba para sentirme que estoy bien.
    
     Ahora les ha dado, a todos "estos", por entrar a valorar cosas como la prima de riesgo, el déficit, rescate, intervención, bono, nacionalización, mercados, y no tienen ni puta idea que es, para que sirve o en que les puede afectar, lo que si tienen claro es que hay que ir a sacar los cuartos del banco y guardarlos en el colchón, ¿por qué?, ¿porque lo han pensado ellos?, noooo, porque lo han oído en la tele, justo en el programa especializado que  ponen después del Sálvame o del hormiguero; o en el mejor de los casos porque se lo ha dicho uno que pasaba por allí, justo en la acera de enfrente, otro que buscaba su camino en la propaganda de una farola de la estación.

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