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martes, 23 de agosto de 2011

Los colores

     ¿Qué pasa en Madrid últimamente? Hay un ambiente que te cagas in the night. Los turistas tienen que flipar con la capital Española, parece que estamos todavía celebrando el Mundial.
     A los ya conocidos, nombrados, blogueados y criticados indignados de la Puerta del Sol; los del 15-M, se les suma ahora los peregrinos y sus detractores; los laicos anti papa. Si les añadimos algunos botellones y demás movidas Madrileñas, y a los policías repartiendo ostias, ya tenemos el sarao montao.
     Pero vayamos por partes. No todos son iguales, no todos son lo mismo y por supuesto, no todo vale.
     Vamos a detenernos (siempre hablo en plural, pero estoy solo en esta tarea), en dos de estos: los 15-M y los JMJ. Como a los primeros ya dediqué una entrada y creo que no se merecen otra, saltaré directamente a los JMJ y analizaremos las diferencias entre unos y otros. 
     Por qué ocupando parte de la capital unos son odiados y otros consentidos, por qué los que están a favor de unos se tiran de repente a la calle a enfrentarse a los otros, por qué parte de la población Madrileña es adversa a ambos, qué pasa a la sociedad o a parte de ella que rechaza y no se ve relejada en ninguna de las dos ideas. ¿Son las dos igual de injustas, igual de molestas?, ¿comparten algún valor ético o de otra índole, así como ideas comunes?, entonces por qué se las trata, por parte del pueblo, a las dos de igual manera, como si fueran la lacra, los culpables de la crisis en la que aún seguimos.
     Empecemos. La diferencia es abismal, enorme, notable y si se me permite, que sí se me permite, porque aquí los turnos los reparto yo, es hasta  una ofensa la comparación.
     Los indignados han pasado de ser un grupo que se manifiesta para reclamar algo, a ser lo que realmente son, anarquistas que consideran que la única ley a la que se deben es la suya, la que ellos imperan, y quien no la acate, no son válidos. Ahora el paso que dan es el erigirse justicieros, salvadores. Quieren arreglar el sistema político, social y dan el paso al judicial. Se creen con derecho y el deber de ajusticiar, a repartir justicia, y son ellos los que deciden qué Banco es el que puede ejecutar su carga, su embargo; qué ciudadano es digno de su ayuda y cuándo creen que se deben cumplir con los pagos y los plazos.
     Ahora, los justicieros, creen que la llegada del Papa es nociva para el país, que conlleva muchos gastos inasumibles, y que es algo totalmente prescindible, y deciden que no es momento en que el pontífice deba venir, por lo tanto los superheroes salen a la calle a evitarlo. En ese intento también se llevan por delante a los seguidores del movimiento religioso, e intentan que no se lleve a cabo la reunión, porque ellos una vez más deciden quién viene, quién va, y quién debe okupar sus calles, una okupación a la que ellos sí estan muy acostumbrados.
      En ese intento de hacer por enésima vez justicia, se olvidan de su reciente origen y de sus primarias premisas, y no dudan por, de nuevo, cambiarse el nombre; Los laicos. ¡¡¡Venga coño, iros ya a tomar por culo!!!.
     No saben qué hacer, qué defender, de qué quejarse, a qué carro apuntarse con tal de seguir chupando del bote, y digo bote, porque mientras siguen allí se les sigue dando bombo y alguna ayuda, y de paso siguen sin doblar el lomo una temporada más, que es de lo que se trata.
     Que si reforma electoral; cuando han alardeado toda la vida de que no votaban nunca, que si listas abiertas, que si reparto de bienes, que si rebaja de sueldos políticos. Luego sale un desahuciado, y corriendo se apuntan a ese carro, y reclaman cambios en la banca, en la ley de embargo, y piden más plazos y más facilidades para los pobres desahuciados, dando por hecho, una vez más, que el banco es el malo por hacer cumplir las normas, el contrato que firmaron. Dónde estaban los indignados para asesorar a ese pobre desahuciado cuando fue a firmar la hipoteca, y decirle que a lo mejor, con un sueldo de 1000€ no se podía tener una letra de 700€, dónde estaban cuando ese mismo pobrecillo fardaba de coche pagado con la hipoteca, cómo que no le asesoraron para decirle que a lo mejor era demasiado; que el coche, los muebles y la plasma, podían esperar. Yo se dónde estaban, chupando de uno de esos desahucios y okupando ilegalmente su casa, mientras el banco se la recolocaba a otro. Dónde estaban estos controladores del gasto cuando vino la mujer de Obama y ocasionó también "gastos evitables", pues tirados en algún parque o de fumada en algún polígono.
    
      Ahora los superheroes la toman con los peregrinos, que nada tienen que ver con sus peticiones y protestas. Se convierten en salvajes, en ordas primitivas en defensa de su territorio, su feudo. Nadie, entienden ellos, tiene derecho a manifestar su ideología, creencia, o estado anímico, allí, en su recinto privado, una Puerta del Sol que han conquistado después de muchos años y se niegan a abandonar.
     La policía llega e intenta poner orden, abrir espacio para que unos y otros puedan hacer uso del espacio público que pagamos todos, y en ese intento, los ahora laicos, son agredidos ante la resistencia y negativa, de estos demócratas convencidos, de acatar las normas.Y convierten, también, a la policía en los malos de la película.
     
     Desde nuestra poltrona, casa, oficina; es muy fácil opinar y hacer crítica y mofa de todos estos fenómenos que invaden nuestra ciudad. Los primeros ya han demostrado que no saben dónde van, ni cómo. Han perdido definitivamente el rumbo, y ahora después de tantos días, no quieren irse por la puerta de atrás como si tal cosa, sin haber conseguido nada, es por eso que a la desesperada se suben a cualquier noticia  que acontezca en la capital. Y aunque ellos no lo quieran reconocer, la visita del papa les ha venido de perlas para alimentar su ya desgastada imagen y volver a estar en la portadas de la información diaria. 
     También es sencillo reírnos desde casa, de los miles de jóvenes que creen en algo, estén o no equivocados. 
      Nos venimos quejando de que la juventud no cree en nada, no quiere nada, no tienen ilusiones, no tienen valores, no tienen principios y no quieren sacrificios; y de repente irrumpen en Madrid casi dos millones de estos jóvenes que parecían no existir, y cómo nos lo tomamos, ¿con asombro, expectación, respeto y esperanza? ¡¡Nooooo!! nos empezamos a descojonar de esos ilusos, esos pobres engañados, esos equivocados, esos frikies, esos católicos de mierda. Volvemos a caer en el error de pensar que somos nosotros los que estamos en la verdad absoluta, que somos nosotros los que conocemos el camino recto; todo lo demás es absurdo, tontería, una enorme mentira y perdida de tiempo. Nos mofamos de sus bailes, sus cánticos, sus pasiones, sus expresiones de júbilo, su manifestación de fe. Y nos jactamos en nuestro salón con frases como: "pobres infelices, que ostia se van a dar, qué sabrán estos de la vida". 
     Y ese odio se traslada a la calle y de repente empieza a molestarnos todo, todo lo que esta gente, llena solo de sentimientos sanos, hace. Sus ropas, sus mochilas, sus gorros, las aglomeraciones que provocan, los descuentos que les hacen,  molesta hasta el colorido que dan. Es que solo queremos estar en la completa oscuridad, rodeados de colores grises que predominaban en el centro antes de que ellos llegaran, sólo queremos la tristeza que tienen los ciudadanos del día día, ¿nos molesta de verdad, que un puñado de jóvenes, por primera vez inunden las calles para actos contrarios a la destrucción, el alcohol, la fiesta y otras protestas oscuras, tristes, grises y confusas?.  
     Qué nos hace pensar que ellos están en un error? Seguro que no es al contrario? Tal vez solo haya que mirar sus caras y luego echar un vistazo a las nuestras. ¿cuál demuestra más felicidad?, ¿No es la felicidad, al  fin y al cabo la finalidad del hombre?, ¿no es el objetivo principal y primordial del ser?, entonces, mirando de nuevo unas caras y otras, me pregunto, ¿quién es el realmente equivocado?.
     Ya, ya se que estáis pensando: "la felicidad hay que buscarla de otra manera, no engañados por la iglesia". Sí, pero, cuanto tiempo llevamos, los denominados laicos, buscándola, no será que estamos en el camino equivocado, ellos sin embargo, aún creyendo nosotros que están siendo engañados, la han encontrado. Si no, cómo se explica su comportamiento, cómo se entiende que sean capaces de recorrer, el que menos, miles de kilómetros por una causa, da igual cual sea ésta. ¿Cuándo fue la última vez que nosotros hicimos un sacrificio similar por alguna razón?, ¿cuándo pasamos tanto calor y casi miserias por una causa?. Tal vez en algún viaje de esos soñados y que nos salió mal, un viaje al que fuimos buscando algo de esa felicidad que en el día a día nos falta y que a ellos les sobra, y regalan a borbotones.
     No será que nos dan envidia porque son felices, a su manera, decimos; pero, ¿es qué hay escrito algo sobre la manera perfecta de ser feliz? ¿Hay algún canon que diga cuales son las formas válidas de encontrarla y cuales no?.
     Nosotros, los laicos, tú, yo; nos empeñamos en negar la religión, buscar la verdad en la ciencia, y nos encontramos cada vez más oprimidos y más confusos por tanto avance. Cuando esto ocurre, acudimos desesperados a la filosofía y lo que ésta  nos cuenta no es mucho más clarificador, y nos da más preguntas que respuestas.
     No va siendo hora de reconocer lo evidente. Que el que cree en... da igual: Jesucristo, Dios, la religión o la iglesia; son, no más felices, si no simplemente felices. No va ya siendo hora de, si no reconocerlo, por lo menos respetarlo y decir bien en alto que eso que a nosotros nos produce risa, a ellos les da la felicidad, la misma que nosotros llevamos buscando desde el mismo día en que decidimos y creímos poder buscarla por nuestra cuenta, porque pensábamos que ésta, estaba próxima a lo cotidiano y lejana a lo espiritual. No será que la felicidad simplemente es un estado transitorio meramente existencial  y por consiguiente espiritual. Y si es así, no es normal buscarla en algo puramente espiritual. 
     Definitivamente, viéndoles a ellos me doy cuenta de que vivimos en un error. Creemos que la felicidad es algo que se toca, que se tiene como algo propio, que es el dinero, decimos que somos felices cuando tenemos trabajo, necesario para ganar más dinero. Pero cuántos de nosotros tiene todo esto pero aún así no es feliz. Joder más claro imposible, la felicidad no esta en lo terrenal. Lo más parecido es cuando nos enamoramos, decimos, "Soy feliz, pero no sé por qué", ahí está la verdad, cuando algo nos llena por dentro, sin saber por qué,  ni el qué, ni cuánto. Solamente cuando estamos felices hacemos cualquier cosa por mantenerlo: cantamos, reímos, bailamos, nos vestimos con cualquier cosa con tal de llamar la atención y si se tercia, hacemos miles de kilómetros con tal de estar con la persona amada. ¿Os suena todo esto?. Es lo que hemos estado viviendo toda esta semana, una enorme manifestación y demostración de amor y en consecuencia de FELICIDAD. La hemos tenido en frente, en nuestras narices, y la hemos rechazado y mofado de ella, sabéis por qué, porque no sabíamos lo que era, veíamos algo grande, distinto, desconocido; solo teníamos que dejarnos llevar y unirnos, pero nos daba miedo, miedo el pensar que pudiera estar ahí, tan cerca, donde nos dijeron hace tiempo y no quisimos escuchar, miedo a reconocer el error, a darles la razón, miedo al encontrar de manera casual la felicidad que buscamos desde siglos. Y qué hemos hecho en vez de eso; reírnos, quejarnos, abuchearlos y desear con toda el alma que se marchasen. 


     No digo que la salida sea la iglesia, quién haya entendido esto, que salga del blog y siga viendo Sálvame, lo que digo es que ellos, los maltraidos peregrinos eran felices, daba igual cual fuera su razón, pero lo eran, lo creían y así nos lo han hecho ver. 
     Cada ser tiene unas preferencias y unos gustos, y de esa manera cada cual ha de buscar su felicidad. Cómo convencer a un madridista que el barsa es mejor; a uno del PSOE que la derecha es el futuro; este es el error y la gran virtud de ellos, el saber que todos somos iguales, sin importarles la carcasa que quieras poner a tu alma, que es lo que es el resto, lo que importa es lo que creas y sientas en el fondo, pero desafortunadamente ese es el problema; nosotros no creemos en absolutamente nada, nada más que en nosotros mismos, porque nos creemos superiores, seres supremos capaces, como he dicho antes, de encontrar la felicidad en lo material y no cejamos en nuestro empeño en cambiar de trabajo, de mujer, de vivienda, de ciudad, de coche, de lo que sea con tal de encontrarla, porque sabemos seguro, puesto que somos muy listos, que la felicidad tiene que estar ahí, dónde si no.
     
     Ya podemos descansar tranquilos, ya se han ido los papistas. Ya podemos seguir con lo nuestro, con nuestra auténtica realidad, nuestra verdadera felicidad: nuestro reconfortante trabajo, nuestro formidable piso, nuestro flamante coche, nuestra cuenta bancaria; en fin, vaya, lo que realmente nos hace feliz, un tiempo al menos, pero luego cuando nos acostumbramos, qué nos queda. Ya, seguir buscándola. 
     Yo hoy he ido al centro a buscarla en forma de pantalón de marca, chulísimo, he pasado por Sol y había un centenar de personas gritando y protestando por no sé que, vaya entretenimiento, no deben de ser felices, por la ropa que llevan y por el  tiempo perdido tampoco deben de tener trabajo. Son gente gris, oscura, amargada. Por qué no hacen como yo y se van de compras a rebuscar entre los cajones de rebajas algo de felicidad, algo de esperanza, algo de fe. Porque éstos, en qué creen, por qué se sacrifican, en qué tienen esperanza.
     Éstos, son como yo, yo soy como ellos. Gente testaruda y equivocada que no damos nuestro brazo a torcer, y menos a alguien que piensa distinto a nosotros. Los indignados por creer que la solución pasa por tirarse a la calle a hacerse ver, y yo, por creer que la solución esta en parchear día a día con absurdas medidas consumistas mi falta de felicidad.    
     
    Ya se marchan los últimos, ya va predominando el color rancio. Ya vuelan a sus países los últimos de una generación que creíamos inexistente, con ellos se marcha la última  llama de esperanza, solo nos queda lo poco que nos han dejado, una lección: se puede creer en algo, lleve el nombre que lleve y sin importar la apariencia que tenga, siempre que nos pueda aportar un poco de esa desconocida felicidad.
    

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