buscar este blog

jueves, 28 de abril de 2011

Se nos llevan a nuestros hijos

     Casi tres semanas después vuelvo para actualizar el blog. Digo actualizar porque en esta sociedad moderna donde todo se actualiza, o te renuevas tú, o mueres. Hoy en día todo se actualiza: el correo, el sistema operativo, el software, etc.
     El tema no es éste. Osea que al lío.
     Desde la ultima entrada del blog han ocurrido muchas cosas: Nadal ha vuelto a ganar, y dos veces, eso si, sin el nombrado y temido Djokovic. El puto Madrid ha ganado la denostada y aplastada copa del Rey. En estos momentos creo que están llorando por la precipitada eliminación de la champions, en fin cosas del fútbol. Después, también ha sido mi cumpleaños; el día de San Ezequiel, vamos, un día más, sin....más. Pero, citando a mi suegro, insisto, este tampoco es el argumento del titulo de la nueva entrada.
     Hoy hablo de los hijos. Pero no los que nos rodean, si no los que hemos perdido, o bien porque nos los han quitado, arrebatado, robado o incluso matado.
     No nos cansamos de oír día a día, como cada vez son más los asesinatos que se producen sobre la persona de nuestros hijos, y en la mayoría de casos a manos de otros hijos, otros menores. En casos aislados también por facinerosos de ámbito variado, y en multitud de ocasiones por mayores de edad, los llamados, técnicamente buscando una justificación medica; implícita en el mismo nombre, pedófilos o pederastas. A estos últimos hoy los dejaré a un lado. Y profundizaré sobre los otros, los de la navajita en el bolsillo, los del tú que miras, los del dame lo que tengas. Los mismos que se envalentonan con sus adláteres  cobardes, que al igual que ellos, se cagan patas abajo cuando el destino les es adverso. Esos que cada fin de semana salen a cazar como salvajes y les da igual que clase de presa sea, lo importante es apagar la sed violenta que alimenta su ser, su vida; una vida que ahogan con un cartón de vino de marca blanca, una cocacola, mucho alcohol puro, litros de gasolina, algunos vatios y una gran dosis de desorientación. De camino social erróneo, de base educacional fracasada, de consentimiento policial y judicial nulo. Chicos que se empeñan por dejar a familias destrozadas, sin alma, sin sentido, sin rumbo. Familias que se levantan con la incertidumbre de un día más y sin quererlo se acuestan con el vacío de un ser querido, el mismo vacío que estos personajes tienen en sus cabezas, el vacío moral de unos padres que no supieron decirles ¡no! la primera vez, el vacío legal que temieron cuando no les dieron la primera hostia. Madres temerosas cuando llega la hora límite, la hora de los depredadores, la hora en que se espera una llamada alentadora, tranquilizadora. Esa llamada que al final llega, pero rodeada de luz de emergencia, con un halo funesto, con la ruptura de la esperanza, con el presagio cumplido, la noticia más temida, la que nunca quisiste oír.
     Mientras, el vampiro de la muerte sigue tranquilo, sigue en su habitad, donde empezó la noche; no le importa nada, nada le preocupa, narra con total indiferencia su hazaña, lo hace sereno, orgulloso, altanero, desafiante; con vaso de plástico en mano, harto de alcohol, harto de sustancias que sacaron lo más deplorable de su persona, que secaron lo poco que le quedaba de humanidad, de sentimiento, de empatía.
     Al final queda lo que expuse al comienzo: Madres sin hijos. Unas porque se los han quitado o matado; otras porque los han perdido o no los tuvieron jamás.
     En otros medios aparecen más noticias de otras maneras de perdida de hijos, esta vez a manos de los más venerados, respetados y en ocasiones adorados. Personas que fueron tocadas por la mano divina, y que se empeñan en tocar con las suyas a otros porque les parecen divinos. Curas. Curas de nombre no de verbo, de verbo divino, celestial. De labia con la que intentan llevarnos al paraíso, al edén. Y lo único que consiguen es llevarlos al infierno de sus fantasía, al averno de sus perversiones. Sacerdotes que no cumplen con su objetivo, el de enseñar y guiarles. Destrozan sus vidas, desde la infancia que ellos recogen, hasta la madurez que recordarán para siempre. Pastores del señor, que equivocaron como aldeanos profundos el sentido original de la oveja. Humillaron su dignidad, vilipendiaron su honor, denostaron su bondad, utilizaron su ingenuidad, la pusieron de rodillas, a su servicio. Vejaron su infancia, la disfrazaron de blanco y en nombre de Dios les obligaron a comulgar, no con ruedas de molino, sino a pasar por la rueda, la piedra, tan dura como la de una aceña.
     En otros casos no los deshonran, Simplemente los roban para venderlos al mejor postor, a gente de bien, a familias que no pudieron tenerlos de manera natural por mucho que rezaron a su Dios. Por mucho que intentaron otras formas más terrenales, más legales. Su Jesús nació de manera providencial, por la mano espiritual. Por qué ellos que tanto le han dado, no reciben nada a cambio. Y llegó, llegó la señal en forma de monja, de cura, de doctor licenciado en el OPUS, llego la fórmula mágica. El Hurto divino. Otra vez con el consentimiento del Señor, porque él lo quiso así, y así ha de ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario